En la economía digital contemporánea, las integraciones se han convertido en un factor crítico para la competitividad de las organizaciones. La capacidad de conectar sistemas, aplicaciones y servicios de manera fluida impacta directamente en la eficiencia operativa, la innovación y la experiencia del usuario. Según la UNCTAD, la economía digital representa ya el 15,5 % del PIB mundial y crece 2,5 veces más rápido que el PIB global.
Estos números confirman que la integración de datos y sistemas no es solo un soporte operativo, sino un eje estratégico de crecimiento.
Las APIs (interfaces de programación de aplicaciones) son el estándar tecnológico que hace posible esta integración. Un estudio de CA Technologies muestra que el 88 % de las empresas las utiliza, y que más de un tercio las emplea para generar ingresos o acelerar el time-to-market. Sectores como la banca (con iniciativas de open banking), las telecomunicaciones, el transporte y el comercio minorista han convertido las APIs en la base de sus estrategias digitales.
El proceso de apificación consiste en transformar procesos y modelos de negocio en servicios reutilizables y escalables a través de APIs. Esto no solo permite optimizar operaciones internas, sino también abrir ecosistemas hacia terceros, como ocurre con bancos que publican APIs de pagos que luego son utilizadas por fintechs o comercios digitales. En este sentido, la apificación multiplica el potencial de innovación y habilita nuevos modelos de negocio.
Sectores como la banca (con iniciativas de open banking), las telecomunicaciones, el transporte y el comercio minorista han convertido las APIs en la base de sus estrategias digitales.
La incorporación de pipelines de orquestación refuerza aún más estas capacidades. Estos flujos permiten automatizar el recorrido de los datos a través de distintos sistemas, aplicando validaciones, reglas y transformaciones. Así se logra trazabilidad, consistencia y escalabilidad en procesos críticos, reduciendo errores y tiempos de implementación.